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8 obras de arte que solo apreciaras si eres demasiado inteligente

Por: Armando Tovar

¿Qué haces frente a un espejo? No sólo te contemplas para saber cómo luces. Tu reflejo te confirma que sigues siendo la misma persona de ayer. Saberlo te sigue dando una identidad que defiendes a ojos de los demás. Esos otros también forman otra clase de espejo: el que te juzga y confirma tu pertenencia a un grupo.

Lacan, célebre psicoanalista, sabía la importancia del espejo como metáfora para redefinir la personalidad de un individuo. Cuando un bebé contempla su reflejo en un espejo y éste sonríe, se siente en sintonía y en plena comunicación con alguien que es capaz de imitar sus movimientos. Cuando el bebé observa a otros niños de su edad es su encuentro con lo idéntico. Otro momento de crucial importancia es su encuentro con el semejante, es decir, cuando la madre del bebé responde a sus estímulos: si el bebé ríe, la madre lo imita, si llora, la madre siente tristeza.

Lacan aplicó sus teorías de psicoanálisis al arte. Un puñado de pinturas le sirvieron como método para analizar diversos conceptos y fundamentos de la personalidad. Problemas como la mirada, el miedo o el silencio fueron expuestos en diversas clases impartidas por el propio psicoanalista a través de los personajes desarrollados por pintores en los que halló los elementos fundamentales de sus teorías.



Recuéstate en el diván y disfruta de esta selección de pinturas para comprender un poco más de tu condición humana y el pensamiento de uno de los hombres fundamentales del siglo pasado.

 

«La condición humana» (1933)
René Magritte

 

Una pintura que representa lo que hay detrás o lo que se sugiere que hay en el fondo. Para Lacan ésta era una representación del símbolo del fantasma: el surgimiento de lo que no puede ser visto en la superficie. «Cualquiera que sea el encanto de lo que está pintado en la tela, se trata de no ver lo que se ve por la ventana». La relación entre el término de fantasma y el de angustia (angustia de ignorar la realidad del fondo) se ve fielmente reflejado en esta obra de Magritte. En esta pintura se hace alusión al principal protagonista del psicoanálisis: el sujeto y todos aquellos fantasmas que tiene que descubrir.



«Las Meninas» (1656)
Diego Velázquez

La importancia de los puntos de fuga y el sentido de las miradas es fundamental para Lacan en la obra maestra de Velázquez, al igual que el papel del fantasma. Éste último se ve representado cuando el espectador ignora qué es lo que esconde la pieza que el artista pinta dentro del cuadro y de la cual sólo se ve la parte trasera. ¿El fantasma es el espectador que está siendo retratado por el artista? Para Lacan este misterio es un eterno círculo de miradas en los que una parte y otra se convierten en “algo” en relación con la importancia que le dan los sujetos.

 

«El grito» (1893)
Edvard Munch

Silencio y ruido confluyen para Lacan en esta pintura que ha hecho célebre a Munch. Para Lacan, en esta atmósfera opresiva de colores y formas, el ser asexuado que protagoniza la angustia del alma humana pide ayuda pero al mismo tiempo se cubre las orejas en una señal de querer silenciar su propio alarido. En el momento en que el grito es emitido recibe la pesadez del vacío donde no hay nadie que pueda ser testigo de éste. Entonces ¿el ruido está condenado de antemano al ser convertido en silencio cuando no hay nadie que lo reciba? Ese ruido, silencio y vacío son tres de los problemas cruciales del psicoanálisis.

 

«Los embajadores» (1533)
Hans Holbein el Joven

Toda la carga simbólica de esta pintura, una de las grandes obras del Renacimiento europeo, continúa siendo un enigma para los estudiosos del arte y fue motivo de fascinación para que Lacan expusiera sus teorías psicoanalíticas. Hans Holbein innova con esta pintura en muchos aspectos: se trata de un retrato doble en el que aparecen del lado izquierdo el embajador francés Jean de Dinteville, y a la derecha su amigo Georges de Selve obispo de Lavaur. En medio de ambos personajes se ve una serie de objetos de gran valor intelectual y científico: un globo celeste y otro terráqueo, dos calendarios solares, instrumentos astronómicos como un torquetum, además de un laúd, un libro de himnos y un libro de aritmética.

Todo ello es reflejo del gran conocimiento al que los retratados tenían acceso y se sitúan en medio de la escena para enfatizar la idea renacentista del «hombre como centro del Universo». Todo el simbolismo y misterio de la escena es rematado con un cráneo deformado en la parte inferior que únicamente es posible que recupere su forma original viéndolo a través de un espejo curvo. A esta técnica visual se le llama anamorfosis. El cráneo sería una representación de lo fútil y pasajero del conocimiento y la vida humana en general. Lacan vio en este cuadro una representación psicológica del papel que tiene la mirada en la percepción de los sujetos sobre la vida y sobre sí mismos.

 

«Santa Águeda» (1630-1633)
Francisco de Zurbarán

La angustia de la división del sujeto que contempla parte de sí mismo (en el caso de esta pintura, Santa Águeda contempla sus senos colocados en una bandeja), del dolor y de un mando perdido son tres de los elementos más importantes del análisis que Lacan hace de esta pintura. El objeto separable se vuelve muestra de que nuestra mente y nuestro cuerpo, a pesar de estar aparentemente bajo nuestro dominio, son elementos que pueden independizarse y crear sus propios estatutos. Para Lacan se forma una doble contemplación: la de la mártir observando una parte de su propio cuerpo y la del espectador que asiste al dolor de la mujer. Finalmente, la pintura siempre ha sido ese mismo juego: el del personaje visto y el del espectador mirando pero también siendo observado.

 

«El bibliotecario» (1570)
Giuseppe Arcimboldo

En esta obra, a la cual Lacan define como una especie de caligrama, el psicoanalista destaca la composición de imágenes sobrepuestas hasta formar un figura independiente. No podían dejar de ser libros los elementos que dieran vida al rostro y busto del bibliotecario. «Este procedimiento manierista consiste en realizar la imagen humana en su figura esencial mediante la coalescencia, la combinación, la acumulación de un montón de objetos, cuyo total [debe leerse aquí el falo simbólico] estará encargado de representar lo que en consecuencia se manifiesta a la vez como sustancia y como ilusión». Son capas superpuestas de objetos individuales que terminan formando una unidad con coherencia total. Esta pintura es una representación de esos cientos de habitaciones que forman nuestra mente. Cada anaquel en ella, cada compartimento es el secreto que nos hace ser lo que los demás conocen acerca de nosotros.

 

«Amor y Psique» (1589)
Jacopo Zucchi

Fiel a la doctrina del psicoanálisis, Lacan ve por doquier falos y parece fascinado con ellos. En este caso llaman su atención las flores que cubren el pene de Eros, quien es sorprendido por su amante Psique. La luz que sale de la vela que Psique tiene en su mano es un símbolo de castración para Lacan. La escena corresponde al libro de Apuleyo El asno de oro. Psique desea conocer la verdadera apariencia de su marido al que no conoce, pues éste se presenta sólo de noche ante ella para tomarla. Decidida a terminar con los rumores que sus hermanas le han dicho acerca de la fealdad de su hombre, ella entra a la habitación con una vela en la mano. Se da cuenta de que es el propio dios Eros, quien, resentido por su desconfianza, decide dejarla.

 

«La virgen, el niño Jesús y Santa Ana» (1510-1513)
Leonardo da Vinci

Lacan defendió el análisis que el mismo Freud hizo sobre esta pintura del gran Leonardo en «Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci». Supuestamente, el artista italiano fue atacado de niño por un ave cuando estaba en su cuna: «Parece que yo estaba destinado a estar siempre profundamente preocupado con los buitres –pues uno de mis primeros recuerdos es que estando yo en la cuna, vino un buitre sobre mí, y abrió mi boca con su cola, y golpeó muchas veces mis labios con su cola». Para Freud y Lacan, el buitre era en realidad una representación de la madre de Leonardo en el momento en que lo amamantaba.


Sin el psicoanálisis nuestras percepciones acerca de nosotros mismos carecerían de una guía para hacer un estudio pormenorizado de nuestras acciones y pensamientos. Es una materia de estudio tan importante que filósofos como Foucault, Sartre y Lacan inspiraron a los mejores espías de la CIA.