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Artesanía oaxaqueña ilumina Monte Albán

Por: Armando Tovar

CDMX, México.- «Tallador de sueños. Manuel Jiménez. San Antonio Arrazola, y «Filigrana en barro. Familia Velasco. Santa María Atzompa», son muestras que dan cuenta de la maestría de los artesanos oaxaqueños que, a partir de diversos materiales, recrean el lado multiétnico de ese estado.

 

Las exposiciones fueron abiertas al público en el Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de Monte Albán, donde permanecerán hasta el 8 de julio, como una demostración del oficio que caracteriza a los artistas, cuyas manos han moldeado, tallado, tejido, pintado o bordado los caminos que descubren a Oaxaca.



La muestra «Tallador de sueños. Manuel Jiménez. San Antonio Arrazola» está integrada por una veintena de figuras talladas en madera: mamíferos, aves o reptiles, criaturas imaginarias y reales que denotan la esencia de una arraigada tradición que le da identidad a dicho poblado, incluido en el polígono de protección del sitio arqueológico que la acoge.

Isaías Jiménez, hijo de don Manuel Jiménez (1919-2005), relató que las obras de su padre, conocidas como alebrijes, tienen su antecedente en las tallas de madera de animales fantásticos que su progenitor elaboraba hacia 1927, aunque el término “alebrije” era concedido a las figuras de cartón y papel maché que Pedro Linares López hacía en la Ciudad de México.

“Por el colorido y lo imaginario de las obras que mi padre hacía, pronto se les comenzó a llamar alebrijes; empezó de niño, a los ocho años, ya que sus papás no tenían recursos para comprarle juguetes y él los hacía, inspirado en sueños, ilusiones y en la esperanza de salir adelante”, rememoró.

El artesano, segunda generación de la familia reconocida no sólo en Oaxaca y en el país sino también en el mundo, gracias a las mágicas criaturas elaboradas en madera, rememoró que don Manuel siempre tenía una actitud positiva ante la vida, pese a que sus inicios fueron muy difíciles, pues no había un mercado de artesanías como tal.



La exposición, dijo, es un homenaje a su progenitor y está conformada por piezas elaboradas por tres generaciones de artesanos: su padre, él, y sus sobrinos; algunas tallas son históricas y datan de 1965, cuando don Manuel empezó a pintar con pintura de anilina en polvo.

“Muchas tallas provienen de Estados Unidos (donde está la mayor parte del acervo de Manuel Jiménez), de gente que visitó Oaxaca y le compró piezas a mi padre”.

Sobresalen las representaciones de un par de ancianos, que llegó como donación desde Santa Fe, Nuevo México, y un león, elaborado en 1965, que le cedió su madrina, cuyo esposo, el estadounidense Arturo Tray, fue el primer cliente de su padre.

Por su parte, la muestra «Filigrana en barro. Familia Velasco de Santa María Atzompa» es un testimonio de la plasticidad que tiene este material y de las diversas posibilidades que ofrece al artesano.

Está integrada por 12 piezas moldeadas en filigrana de barro, entre las que destaca una inspirada en el sitio arqueológico de Monte Albán y sus asentamientos, y otra que alude a la cultura zapoteca.

La familia Velasco Villanueva, a través de la experimentación, ha desarrollado desde hace más de tres décadas una particular manera de fabricar la cerámica, donde los colores, acabados y decoraciones son el principal atractivo.

La filigrana en barro se trabaja con finos hilos y pequeñas porciones de este material, con los que se hace un bordado. Con el barro rojo se forman delicadas hebras y el de color natural se ocupa como base, ambos se trabajan encima de la cerámica para que parezca encaje.

Está técnica tiene como principal exponente a doña Manuela Villanueva Vásquez quien, junto con su familia, crea piezas únicas hechas a mano, cuya maestría y calidad les han valido el reconocimiento local, nacional e internacional.