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Cinéfilo

Está vez Adam Sandler no será el idiota que se salga con la suya

Por: Emma Sifuentes

El programa de Graham Norton es, a día de hoy, uno de los mejores espacios de entrevistas televisivos, o al menos un verdadero santuario donde las celebridades pueden ser ellas mismas en tiempos de constante escrutinio mediático. Esa libertad suele dar lugar a momentos francamente memorables, pero a veces la fórmula produce resultados no deseados… Como el del pasado sábado con Adam Sandler, de promoción con The Meyerowitz Stories, y Claire Foy.

 

Cuando Norton le pide al actor que recuerde una vieja ancédota de rodaje, su mano traza una extraña parábola hacia la pierna de ella. La protagonista de The Crown no tarda en rechazar el gesto, pero él vuelve a las andadas, con resultados aún más difíciles de ver (está claro que Foy no sabe muy bien cómo reaccionar ante la insistencia de Sandler). No son más que unos segundos, pero son unos segundos muy incómodos. Para comprobarlo, dale clic a este video de The Independent:



Las reacciones en las redes sociales fueron inmediatas. «Con todo lo que está pasando», tuiteó alguien (refiriéndose a lo que ya sabes que se está refiriendo), «¿acabo de ver a #ClaireFoy un poco angustiada por las manos de #AdamSandler toqueteando sus rodillas?». Otros mensajes fueron más categóricos: «Tenía todo el derecho de estar enojada, «No estaba de humor para caricias» o «El perfecto gesto de ‘Jajajaja, no me toques otra vez'» son sólo algunos tuits de solidaridad escritos por espectadoras del programa.

 

Al día siguiente, los representantes de ambas estrellas emitieron sendos comunicados quitándole hierro al asunto. «Se ha salido de control», afirmó el equipo de Sandler, mientras que una agente de prensa de Foy afirmó que «no creemos que el gesto de Adam significase nada, y a Claire no le ha ofendido». Desde luego, las imágenes hablan por sí mismas: es posible que el actor estuviera nervioso y no fuese consciente de lo que estaba haciendo con su mano la primera vez, pero la segunda es bastante más difícil de disculpar. Y, si bien está claro que la actriz no se ofende por este gesto repetido, sus sonrisas de incomodidad y su lenguaje corporal demuestran que tampoco estaba encantada con él.

 



Sobre todo, parece haber una solución bastante efectiva para evitar este tipo de malentendidos: establecer una regla general por la cual nadie tenga que tocar a nadie sin permiso durante una conversación. En serio, no es tan difícil.