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Un hombre y su caballo salvan vidas en toda Italia

Por: Emma Sifuentes

Entre viñedos y una espesa niebla galopa un hombre a lomo de su yegua. Parece la escena de una película del siglo XIX, pero todo es real: el doctor Roberto Anfosso salió a visitar a sus pacientes.

 

Durante los últimos diez años, este médico de 63 años, suele ir a caballo a las casas de sus pacientes, con los que ha establecido una  relación particular.



 

En la zona rural de Verduno, en Piamonte, al norte de Italia, conocida por sus vinos y nueces, la población está envejeciendo y se le dificulta cada vez más ir al consultorio del médico.

 

«Es uno de los lugares de Italia donde hay más longevos. Mis pacientes tienen más de 70 años, el mayor tenía 104», afirma el médico.



 

«La vida social se desarrolla en torno a las ´cascine´, granjas donde el enfermo o el discapacitado es atendido por la familia entera», dice.

 

«Tienes que visitar a los ancianos en sus casas porque no se desplazan fácilmente. Por lo general, se trata de asuntos de rutina, que no son urgentes, pero que se deben tratar para controlar diabetes, presión, corazón», relata.

 

Después de que monta a Ambra, su yegua de cuatro años, el médico carga dos bolsas, entre ellas una con todo lo necesario para su labor: estetoscopio, monitor de presión arterial, etcétera.

 

«Cada semana monto entre 80 a 100 kilómetros a caballo. Durante los primeros tres años hice 1.000 visitas andando a caballo. Desde entonces dejé de contarlas», sonríe.

 ‘Una relación especial’

El médico va a caballo tanto en verano como en invierno, con barro como con nieve.

«Los paisajes son increíbles, ésta es una región bendita», comenta.

 

Nieto de un oficial de caballería, comenzó a cabalgar a los 14 años, debido a que el asma lo obligó a dejar el fútbol. Pelo gris y bigote, gafas pequeñas, el doctor es un hombre sociable.

La fusta de montar que carga la compró en un sex shop de París, cerca al Moulin Rouge, durante un viaje con su esposa y amigos.

La primera vez que llegó a visitar un paciente a caballo fue por casualidad: estaba por salir para un paseo ecuestre, cuando recibió una llamada y entonces decidió matar dos pájaros de un solo tiro.

 

«Cuando llegué, el paciente me miró extrañado y no me dejó entrar, estaba realmente sorprendido», recuerda el médico, que desde entonces combina su pasión por la equitación con su trabajo.

Distracción y recuerdos

El contacto con el caballo es a menudo una ventana abierta al mundo exterior para los pacientes ancianos, asegura.

 

«Los ancianos a menudo hablan sólo de sus patologías. El caballo los distrae de su situación personal y buena parte de la visita se habla del caballo, de los recuerdos que tienen, de otros temas», reconoce.

 

«A menudo le tienen comida al caballo, ofrecen vino … Es que muchos son productores, por lo que abren una botella y al final no puedo negarme porque sería como rechazar la hospitalidad y el fruto de su trabajo» explicó Anfosso, quien ama poco conducir automóvil.

 

Cuando desde las granjas ven su caballo, no pierden la ocasión para llamarlo: las piernas del abuelo están hinchadas, el niño tiene fiebre, le duele un brazo, etcétera.

 

«A veces es como la cadena de San Antonio, programo una visita pero al final realizo diez», comenta divertido.

 

Ignazio Fortino, de 70 años, es paciente y amigo.

 

«Es un buen médico, siempre está cuando lo necesitamos», resume. «Estamos acostumbrados a verlo a caballo, para nosotros no es extraño, genera una relación hermosa, la sensación de que no tiene prisa y que nos va a atender mejor», asegura.