Layla and the cigarette | Foto: Priscila Peñaranda
‘Layla and the cigarette’: vivir de recuerdos y poesía en el Festival de Cine Libanés
Este 30 y 31 de agosto presenciamos uno de los eventos más icónicos que llegaron a Ciudad de México, la primera edición en México y América Latina del Festival de Cine Libanés (FECIL), que se celebró en el Centro Libanés. Hoy te hablaremos de uno de los cortometrajes más emotivos que se presentaron: Layla and the cigarette.
Con actividades como clases magistrales, conferencias, la presentación de 17 obras cinematográficas -16 cortometrajes y un largometraje- y la presentación del dabke, baile tradicional del Líbano, sin duda, fue un evento lleno de sorpresas y aprendizaje.
Esto es justo lo que Ginger Jabbour, la directora del Festival quería lograr, toda una experiencia sensorial y museográfica para revelar al público mexicano cuál es la esencia de Líbano y su protagonismo en la historia y el arte.
«Esto se convirtió en algo museográfico. Y eso también es darle información a la gente para que vea que no solamente va a haber una peli, sino que se tiene una experiencia cultural. Es mucho como de educar. No solo se trata de que la gente venga y se entretenga, sino que la gente tenga un aprendizaje real», nos dijo Jabbour.
Una mirada sin tabúes ni prejuicios a las mujeres de Oriente Medio
El Festival, dedicado a romper con las narrativas violentas sobre Medio Oriente, fue el escenario perfecto para la presentación de uno de los 16 cortometrajes que se llevaron a la pantalla en el evento, Layla and the cigarette, dirigido por Leah Manasseh.
Este filme brilló por su sensibilidad al abordar temas como la vida familiar, la memoria y la búsqueda de identidad y reveló una perspectiva matizada y profundamente humana de la vida de las mujeres en Medio Oriente. Su objetivo también era romper con prejuicios de género como se muestra en los medios occidentales.
«Quería mostrar exactamente cómo son las mujeres aquí en Medio Oriente y en el Líbano. Quería que mi abuela me hablara de temas de los que es muy difícil hablar usualmente, que fuera honesta y vulnerable; y esas son las preguntas que le hice», explicó Manasseh en su mensaje.
«Lo que ahora está muerto no se quedó muerto, estás viva en mi cabeza»
Para comenzar el proyecto en 2011, Leah viajó a Líbano y, mientras estaba allí, filmó a su abuela, Layla. Dos semanas después, Layla falleció a causa de un cáncer de pulmón metastásico. A Leah le tomó 12 años reunir el coraje para volver a escuchar sus últimas conversaciones. A través de recuerdos y poemas, creó un retrato de su abuela en homenaje a su carácter único (porque claro, Leila era todo un personaje).
Es curioso que Taylor Swift también recordó la memoria de su abuela Marjorie Finlay en una de las canciones más poéticas y emotivas de su carrera, asemejándose a la historia de Leah y Layla: «Lo que ahora está muerto no se quedó muerto, estás viva, estás viva en mi cabeza».
La historia del cortometraje de 15 minutos sigue a Layla, cuyo pequeño gesto de encender un cigarrillo se convierte en un símbolo poderoso de libertad y empoderamiento en sus últimos días. A través de las imágenes capturadas por su nieta y la voz de la misma Leila, el cortometraje presenta una narrativa íntima y conmovedora sobre la vida, la muerte, la identidad personal y el legado familiar. En lugar de enfocarse en el dolor de la pérdida, Leila and the cigarette opta por celebrar la vida de Leila, sus pensamientos y su sabiduría, presentando una historia de amor y respeto intergeneracional.
Recordar es volver a vivir
Lo que resulta más fascinante de esta obra es cómo evita las representaciones sensacionalistas o trágicas que a menudo se ven en las historias del Medio Oriente, para enfocarse en los momentos de paz, reflexión y convivencia familiar. La película, en lugar de recurrir a la violencia o el conflicto, utiliza los recuerdos, las conversaciones íntimas y la poesía para transmitir un sentido profundo de humanidad y respeto.
A través de este relato personal y emocional, Layla and the cigarette también deconstruye estereotipos, mostrando a Leila como una mujer compleja y fuerte, cuyo legado trasciende las circunstancias difíciles de su vida.
La dirección de Leah Manasseh, con un toque filosófico y honesto, permite que la audiencia no solo se conecte con la historia de Leila, sino que también reflexionen sobre sus propios lazos familiares, el valor de identidad propia y la memoria.