AFP
Lumina Cirkum: la escuela que no deja morir las acrobacias pese a la pandemia
Después de practicar peligrosas acrobacias aéreas, Jairo y Karina entrenan a niñas y niños en la escuela Lumina Cirkum.
Esta se ubica en Atizapán, Estado de México, y nació tras el cierre de los espacios circenses por el Covid-19.
En principio buscaban un lugar para seguir ejercitándose, pero la magia de la cuerda floja, el monociclo, los aros y las telas terminó por darle vida al sitio.
Apoyados por la madre de Karina y su pareja Cristóbal, quien es equilibrista, encontraron una bodega que adaptaron como gimnasio para hacer realidad el sueño de integrar algún día el Cirque du Soleil.
Como un imán, el lugar atrajo la mirada de las y los vecinos de esta zona.
Las y los artistas decidieron ofrecer clases de acrobacia de piso y danza aérea a niñas, niños y adolescentes. El rol de maestros ayuda ahora a pagar el alquiler del lugar.
«Todo era incierto: si volvían las actividades, si no volvían, si iba a haber trabajo un día, si mejor ya cambiaban de carrera», cuenta Ana Zavala, madre de Karina.
Pero «decidimos seguir con el sueño y con el entrenamiento para cuando se reactivaran los trabajos o las actividades de circo», agrega la mujer, quien coordina el proyecto que tiene 30 alumnos.
México, con más de 126 millones de habitantes, vive una tercera ola de contagios de Covid-19, pero el avance de la vacunación mantiene estables los indicadores de muertes y hospitalizaciones, según el Gobierno.
El país es el cuarto más «castigado» por la epidemia en números absolutos con casi 236,000 fallecidos, aunque su tasa de mortalidad es la vigésimosegunda del mundo.
«Quieren volver y volver» a la escuela
Zavala, de 44 años, ha compartido siempre el anhelo artístico de su hija. Por ello, la escuela Lumina Cirkum está adornada con imágenes de las presentaciones de Karina Cervantes, de 21 años, algunas con el reconocido Circo Atayde.
El espacio también está decorado con coloridos afiches como el de un oso caminando mientras toca un tambor, con focos y monociclos colgados del techo y hasta una máquina de palomitas de maíz.
Es casi como entrar a un circo, actividad de larga tradición en México y fuertemente golpeada por la pandemia. Recién en abril el sector comenzó a retomar actividades con aforo limitado.
Las y los menores que Jairo y Karina entrenan llegan sonrientes y, antes de recibir instrucciones, comienzan a ejercitarse.
«Se siente muy bonito que llegan los niños a su primera clase y están todos felices y quieren volver y volver», comenta Jairo Ávila, acróbata colombiano de 23 años.
«Transmitirles eso y que ellos se sientan felices de volver, es muy agradable», añade el artista, al señalar que su objetivo es llegar al Cirque du Soleil, que acaba de retomar sus espectáculos.
La alegría con la que trabajan los aprendices se hace patente cuando se contorsionan hábilmente en los aros y telas de la danza aérea, ante la mirada de sus profesores.
Cristóbal Salcedo, pareja de Ana y con 20 años de experiencia como equilibrista, siente satisfacción de compartir sus conocimientos con los chicos.
«A la gente le dices ‘párate en una cuerda’ y se le hace una cosa imposible, pero cuando pasas por la esquina de tu casa y ves a un tipo caminando en la cuerda dices: ‘si él puede, yo también puedo’, es lo que me gusta enseñar», sostiene.