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Pablo Serrano, el escultor mexicano que transmite emociones de manera libre
La escultura, como la arquitectura, es una de las expresiones artísticas que tienen la capacidad de alterar nuestra percepción del espacio. A diferencia de la pintura, la escultura carece de restricciones que limiten la interacción del espectador con la obra. Una obra escultórica nos permite interactuar desde diferentes ángulos y transmitirnos emociones. Esta podría ser una buena descripción para el trabajo de Pablo Serrano, un escultor que a través de un personaje llamado Brono explora sus emociones e ideas.
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Pablo Serrano es Ingeniero Industrial por formación académica, pero su pasión por las formas, texturas y materiales a su alrededor empezaron su inquietud por la escultura.
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Durante su niñez su abuelo le enseñó a trabajar materiales como la madera, el cuero y el metal. Con el paso del tiempo esta pasión se escondió un poco pero continuó latente. Una vez concluidos sus estudios, inició su carrera laboral en un ambiente frío y hostil, lo cual le invitó a regresar a su antigua pasión y explorar el mundo de la escultura.
El trabajo de Pablo lo lleva a transformar materiales duros y fríos como yeso, acero, bronce y piedra en una extensión de sus pensamientos y sentimientos. Esta expresión artística representa la creación de un lenguaje propio que se alimenta de formas, texturas y la combinación de los materiales antes mencionados.
Las obras de Pablo se caracterizan por una simpleza y modernismo que invitan al espectador a interactuar con ellas.
Brono, el personaje sin rostro y muchas emociones
Este ejercicio creativo originó la creación de Brono, un personaje de bronce que no necesita de un rostro para poder expresar emociones o características humanas como tristeza, alegría, sufrimiento o placer.
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Brono es, no sólo la materialización de los procesos creativos de Pablo, también funge como el testigo de su día a día y un vocero que estará presente aún cuando el artista no se encuentre en este mundo.
El proceso creativo de Pablo Serrano puede dividirse en dos etapas. La primera podría definirse como de diseño, aquí la imaginación se hace presente y las ideas se plasman en papel. Esto es muy espontáneo y libre, las ideas pueden llegar en cualquier momento, pueden provenir de experiencias y pensamientos del día a día. Claro, no todas aquellas ideas llegan a un lienzo, solo aquellas que se muestran dignas pasan al siguiente paso.
Una vez que la idea muestra ser digna y viable, se lleva a la construcción. Puede ser una mañana con mucha energía, donde el artista se sienta descansado y después de un buen café. El ambiente se alimenta con música tranquila, tal vez de piano o guitarra. Puede también ser en una tarde con cerveza en mano y música más energética. La música debe estar presente, y si el ambiente es idóneo, el tiempo no se detiene y el ejercicio artístico se convierte en terapia.
Brono, así como todo el trabajo del artista, representa una extensión de él mismo. A través de su obra entabla un diálogo que de manera terapéutica canaliza sus emociones e inquietudes. El artista encuentra en el arte una expresión libre y natural del humano, cosa que no se limita al ejercicio creativo sino también a la manera en la que el espectador se relaciona con ella.